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Mi primera vez  

Azul_Zeleste 55F
4 posts
11/16/2021 5:05 pm
Mi primera vez

Todos nos acordamos del primer beso, el primer amor o el primer di­a en la escuela; yo recuerdo mi primera relacion sexual, y como no es algo que pueda contar a mis nietos, prefiero recordarlo aqui­. Fue algo espontaneo y muy especial para mi­. De hecho, lo describi­ en estas paginas hace algunos anios y me encanta volverlo a vivir.
Como dije en otro relato, siempre he sido muy alegre, pero en esa epoca nacio mi exhibicionismo: soli­a pasear por la casa en minifalda; me gustaba cantar, rei­r, bailar y, sobre todo, jugar con los hombres de la casa. les hable de mi primo el mayor, quien me dio mi primer beso. Sus padres lo habi­an enviado con nosotros para que estudiara en un mejor colegio; en las vacaciones regresaba al campo, donde vivi­a su familia, y nos invitaba a ir a todos. Esos di­as montabamos a caballo, nadabamos en el ri­o y nos la pasabamos en la pura diversion.
En el campo habi­a mucho espacio; en cambio, en la ciudad vivi­amos hacinados y por eso nos molestabamos mucho; era una lucha constante todo el tiempo, menos con mi primo, y mucho menos despues de aquel beso; ahora lo vei­a diferente y trataba de que el me viera igual. Me encantaban sus ojos verdes, sus pecas, su cabello largo. Procuraba estar junto a el, pero no se me ocurri­a de que platicarle y acababa riendome como una boba; cuando se me quedaba viendo, me poni­a roja y mejor me iba corriendo.
Intentaba hacerme mas visible ante sus ojos sin que se dieran cuenta los demas, llevandole un chocolate, platicandole de su equipo favorito o preguntandole cosas para hacer mi tarea, en fin, aprovechando que por las noches se encerraba en su cuarto para estudiar. Hasta ahi­ llegaba yo para sentarme en su cama subiendo una pierna en ella, lo que me levantaba la falda, o sencillamente me acercaba cuando estaba acostado, con el pretexto de buscar algo en el ropero o de asomarme por la ventana, y poni­a mis piernas a la altura de sus ojos, al alcance de sus manos, fingiendo no darme cuenta de que estaba a diez centi­metros de mi.
Otras veces, cuando mis hermanos y el estaban acostados en la cama viendo comics, entraba yo sin tocar y me sentaba junto a ellos, o de plano me trepaba encima de cualquiera preguntando que estaban haciendo, hasta que me tiraban o me corri­an. Cuando no lograban deshacerse de mi­, se levantaban y se iban a jugar al patio, dejandome acostada hasta que me ganaba el suenio. Yo no teni­a ningun proposito definido con mi primo, simplemente me gustaba estar junto a el; si acaso, arrancarle algun otro beso y ya. Me hubiese encantado ir al cine con el, andar abrazados en la calle o salir de paseo tomada de su mano, pero no podi­amos ser novios porque eramos primos, punto. Lo que ocurrio no fue premeditado.
Sucedio en las vacaciones de verano. Como siempre, nadamos en el ri­o, ordeniamos vacas, etc. Lo novedoso fue que me toco pastorear al ganado; mientras cuidaba que los borregos no se perdieran, vi un par de caballos galopando, como jugando o peleando, y de pronto uno de ellos se paro detras del otro, se levanto y puso sus patas delanteras sobre el lomo del otro. Pero lo que mas me fascino fue ver el tubo negro que colgaba debajo de el y que acabo metiendo en el otro caballo. Me quede estupefacta. Al verme, mis primos comentaron que la yegua estaba en celo, pero que eso no era nada: en los proximos di­as iban a traer un toro para que montara a las vacas, ¡y eso si­ que era un gran espectaculo! Yo segui­a en shock, sin poder procesar lo que habi­a visto, y mejor me regrese a la granja.
No teni­amos casa en el rancho, asi­ que los ti­os nos hospedaban en su granja; y como no teni­an cuartos de huespedes, nos reparti­amos para dormir primos con primos, primas con primas. Sin embargo, mis primas eran mayores que yo y siempre estaban ocupadas con sus tareas, de modo que para no aburrirme terminaba buscando a mi primo favorito. Lamentablemente, no siempre coincidi­amos: eramos mas o menos de la misma edad, pero el sabi­a andar a caballo o manejar un tractor y eso le daba un aire de confianza y seguridad. A veces se ausentaba todo el dia; solo llegaba a su casa para comer y se volvi­a a ir.
Una tarde, el ti­o nos invito a ir a San Juan a ver unas vacas que queri­a comprar; solo se iban a quedar mi ti­a y una prima para hacer la comida. Yo no teni­a ganas de ir, pero tampoco queri­a quedarme sola con ellas; cuando estaba a punto de subir a la camioneta, vi a lo lejos que veni­a mi primo en su caballo. Apenas lo vi, le dije a mi ti­o que me doli­a un poquito la panza y que mejor queri­a acostarme un rato. La ti­a se ofrecio a cuidarme y subi­ a mi cuarto. Ahi­ me quede un ratito, acostada en la cama, hasta que se fueron; cuando escuche los pasos de mi primo en el corredor, dirigiendose a su cuarto, me levante, me quite el pantalon que usaba para andar en el campo y me puse mi faldita. Procurando no hacer ruido, fui al cuarto de mi primo para ver que estaba haciendo; como siempre, entre sin tocar.
Fue algo muy curioso: estaba acostado en la cama, ¡sobre su almohada!, viendo una revista; apenas me vio metio lo que lei­a debajo de la almohada. Fingiendo ignorancia, me acoste junto a el y le pregunte que lei­a. Me dijo que nada, mientras se levantaba; aproveche ese descuido para meter la mano bajo la almohada. Quiso evitarlo, pero era tarde: puse la revista en mi pecho y me acoste boca abajo para evitar que me la quitara; luego trate de levantarme, pero el me jalo hacia la cama y comenzo a forcejear conmigo, yo muerta de la risa, el todavi­a serio. Despues cambio de tactica y empezo a hacerme cosquillas para que soltara el comic; yo me retorci­a de la risa, pero segui­a sin soltarlo, hasta que por fin parecio darse por vencido. Se quedo acostado viendo al techo. Al verlo serio deje de rei­r, despegue la revista de mi pecho y le pregunte si podi­a verla con el. Suspiro y dijo que si­. Me acoste y me acerque a el, para que los dos pudieramos ver.
Era uno de esos comics con chistes y dibujos de mujeres desnudas. Teni­an pechos enormes, como globos. Deje de ver la revista, voltee a verlo y le pregunte: ¿te gustan asi­ las mujeres? Solo sonrio e hizo un gesto de aprobacion. Yo no estoy asi­, le dije, ¿te parezco fea? ¡Como crees!, respondio, ¡eres muy bonita! Le pellizque suavemente la mejilla y le di un beso. Seguimos leyendo cuando me acorde de algo. Oye, le dije, ayer vi a un caballo montar a una yegua. Esta en celo, contesto. Es la epoca; si quieres ver mas, maniana van a traer un toro para que monte a las vacas. ¿Aunque les duela? No les duele, respondio. Les gusta. No dije nada y volvi­ a abrir la revista, pero poco despues volvi­ a la carga: oye, ¿como sabes que les gusta? A todas les gusta, concluyo. No dije nada y nos quedamos en silencio. Seguimos leyendo. Había algunas fotos de mujeres desnudas y me detenia en ellas, para que las viera mejor. Senti­a su aliento en mi oreja; habi­a pegado su mejilla a la mi­a para poder leer, teni­a su brazo sobre mi cintura y podi­a sentir su cuerpo. Su corazon lati­a muy rapido y poco a poco senti­ que pegaba su cadera a la mi­a. Como habi­a experimentado en el sillon de la casa, di­as atras, volvi­ a sentir su vientre duro y caliente. Entonces me dijo: ¿quieres saber que sienten las vacas? Por un momento me quede muda, sin entender, pero pudo mas mi curiosidad y sin pensar, por pura travesura, le dije: ¡muuuuy bien!
La casa estaba en silencio. En la cocina se escuchaba como preparaban la comida. Y arriba, en la recamara del fondo, el unico ruido que se oyo por unos instantes fue el del pasador con el que mi primo cerro la puerta de su habitacion. Cuando vi que tambien cerraba las cortinas me dio un ataque de panico; comence a respirar muy fuerte y a temblar, no se si de miedo o de fri­o. ¿Me habri­a excedido? ¿Que me iba a hacer? Senti­ una sensacion nueva en el estomago, como el estres antes de los examenes. Volvio a la cama y me abrazo; al darse cuenta de que estaba temblando, jalo la colcha, se acosto junto a mi­ y cubrio nuestros cuerpos. Asi­ permanecimos unos minutos, hasta que deje de temblar y me acurruque junto a el. Tengo suenio, le dije. Duermete, respondio, y comenzo a acariciarme. Nooo, va a venir tu mama, susurre. Nunca viene, contesto. Senti­ sus manos tocar mi rostro, mis brazos, mi vientre, una y otra vez, hasta que dejo la mano descansar en mi cadera. La acaricio lentamente, sintiendo su curvatura, sin apretarla, apenas rozandola. Era imposible conservar la calma y mi respiracion se incremento notablemente. Senti­a la cara muy caliente y no podi­a respirar bien, pero procuraba no moverme, esperando la proxima caricia.
Por mi inmovilidad parecia que me habia quedado dormida, pero mi respiracion agitada decia lo contrario. Por eso lo sentia titubeante, aunque sin dejar de acariciarme. Bajaba la mano para tocar mis piernas y volvi­a a subirlas hasta la cadera. Poco a poco senti­ sus caricias mas intensas, mas atrevidas; sus manos estrujaban abiertamente mi carne, pero aunque poco a poco comenzo a tocar partes que nadie me habi­a tocado jamas, permaneci­ con los ojos cerrados. Eso si­: cuando me beso en la boca, le correspondi­ con fuerza, con pasion, tratando de comportarme como lo hari­a una novia. Cuando estuvo seguro de que no iba a irme ni a gritar, me acaricio el cabello, me dio un beso en la mejilla y, acto seguido, me quito la falda y me bajo los calzoncitos a media pierna. Senti­ las mejillas muy calientes y de inmediato me vino a la mente la imagen del caballo montando a la yegua. Se dio cuenta de mi nerviosismo y me abrazo para calmarme. Logro tranquilizarme, pero cuando volvi­ a sentir su mano directamente en mis nalgas se me seco la boca.
Recorri­a mis nalgas una y otra vez con la mano; a veces bajaba su cara y me tocaba con sus mejillas y luego con sus labios. Me dio muchos besos, y poco a poco me senti­ mas comoda con su contacto, hasta que mi respiracion se normalizo. Cuando estaba mas tranquila se levanto de la cama por unos instantes, y antes de que abriera los ojos para ver que estaba haciendo se volvio a acostar junto a mi­, pero esta vez senti algo totalmente distinto. Estaba sobre mi costado izquierdo, con los calzoncitos a media pierna, y entonces senti­ que me tocaba algo muy caliente, muy duro; cuando adverti­ que era volvioƒa faltarme la respiracion. Pero no me dio ningun otro abrazo: con su cuerpo me puso totalmente boca abajo, se coloco encima de mi­ y me planto en medio de las nalgas un trozo de carne que entonces senti­ enorme. Me lo paseo por el espacio que hay entre mis nalgas, empujandolo, presentandomelo, pero sin tratar de meterlo; pegaba sus caderas a las mi­as y las empujaba hacia adelante, no se si jugando o intentando meterlo, pero cada intento me secaba cada vez mas la boca y poco a poco empece a experimentar un hueco en el estomago, unas ganas inmensas de ir al banio, en fin, sensaciones diversas que no sabi­a exactamente como interpretar. Senti que me ahogaba, tanto que tuvo que acercarse a mi­, pegando su mejilla a la mi­a para darme besos. Entonces me volvio a morder la oreja y me pregunto: ¿quieres? Yo queria levantarme e irme a mi cama, pero cuando abri la boca solo salio una palabra, como un susurro: si.
Confiado, se volvio a acostar encima de mi­, sofocandome con su peso; aunque de inmediato se volvio a levantar, se sento a horcajadas sobre mi cadera, otra vez recorriendo las comisuras de mis nalgas con su pene. En cierto momento me abrio ligeramente las piernas y trato de colocar su miembro entre mis nalgas vi­rgenes. Empujo con suavidad, pero su pene resbalo; lo intento de nuevo y otra vez fallo. No pudo entrar ni una tercera ni una cuarta vez, pues el pene resbalaba; me senti­ un poco aliviada y hasta empece a animarlo (mentalmente). Llegue a pensar que no iba a pasar nada relevante y eso me sirvio para relajarme; por eso no le di tanta importancia cuando se unto saliva en su miembro, de lo que me di cuenta cuando empece a sentirlo humedo; ni tampoco cuando coloco la punta en la entrada de mi culito, moviendola alrededor de ella, como acariciandola con su cabecita. Cuando vio que este masaje abri­a un poquito la entrada (o asi­ lo estaba yo sintiendo), lo empujo de un solo golpe.
Tuve que enterrar mi cara en la almohada para sofocar mi grito. Pero no fue de dolor; mas bien fue de asombro, de sorpresa, quiza de excitacion. Entonces no sabi­a nada de orgasmos, lo que senti­ de inmediato fue que el pepino que me metio habi­a llegado hasta mis heces, pues senti­ ganas de defecar, de ir al banio, creia que se habi­a abierto el esfi­nter y que saldri­a todo lo almacenado. Quise levantarme, pero no pude, pues me teni­a como remachada, como atornillada a la cama. Por un instante parecia que me lo iba a sacar, y entonces lo senti­ de verdad: algo distinto a mi­ estaba saliendo de mi­, se habi­a abierto paso haciendo a un lado lo que se encontraba de frente, y cuando se retiraba senti que dejaba un hueco tras de si­; cuando lo volvio a meter senti­ que llenaba ese hueco, pero ahora senti­a tambien que me ganaban las ganas de hacer pipi­ y trate de apretar las piernas, pero de cualquier modo senti­a humedad corriendo por mis muslos, o al menos eso pensaba. Pero nunca fue dolor, era una sensacion totalmente nueva que sigo sin poder describir; entonces comprendi lo que senti­an las perras en la calle, la yegua aquella o las vacas ante el toro. Ahora conocía mejor mi cuerpo y sus alcances, asimilando las nuevas sensaciones, sintiendo como la sacaba y la volvi­a a meter. Comence entonces a saborear una verga por primera vez en mi vida, entrando y saliendo de mi cuerpo. Hubiera querido entonces ampliar mi interior para absorberla por completo, pero era inutil: mas adentro no la podi­a meter.
Despues nos quedamos inmoviles, yo acostada boca abajo en la cama, el encima de mi­. No se habi­a movido mas que dos o tres veces. No se si no sabi­a que teni­a que moverse o simplemente si habi­a eyaculado muy pronto; la cuestion es que durante un par de minutos ni el ni yo nos movimos y nos quedamos pegados, siendo una sola persona, hasta que por fin se levanto y saco su miembro de un jalon. Senti entonces el hueco que quedaba vaci­o, el reacomodo de mis tripas, y temi­ que se me saliera algo por alla­, por lo que cerre con fuerza las piernas. Al mismo tiempo senti­ que mi calzoncito subi­a por mis piernas, pero para ponermelo hasta arriba necesitaba que me levantara un poquito. Como permaneci­ inmovil, lo dejo hasta ahi­, me dio un beso en la mejilla, me tapo con la cobija y salio de su cuarto. En cuanto escuche sus pasos en el pasillo, me levante lo mas rapido que pude, me puse bien mis calzoncitos, me coloque mi falda, me asome para ver si habi­a alguien cerca y, cuando vi que todo segui­a silencioso, me eche a correr al banio. Me quede ahiƒcomo media hora, pensando en lo que habi­a sucedido, reflexionando si me habi­a gustado o no, si era lo que habi­a intuido o si habi­a quedado embarazada, hasta que escuche la voz de mi tia avisandome que ya podi­a bajar a cenar.
Solo cenamos mi ti­a y yo. El se habi­a ido. Mejor para mi­, porque no habri­a podido mirarlo a la cara. Cuando regresaron todos me preguntaron como me senti­a. Y les dije la verdad: un poquito descompuesta. Sin embargo, al di­a siguiente me senti­ mejor. No teni­a dolor ni molestia alguna. Pero el no se acordo de mi­, lo que me dejo un tanto decepcionada. No volvi­ a verlo hasta la noche, cuando llego a cenar. Yo estaba viendo la tele cuando se me acerco y me pregunto como estaba. Senti­ que me poni­a un poquito roja, pero cualquiera que se hubiera dado cuenta habri­a pensado que eran secuelas de la fiebre que nunca tuve. Bien, gracias, le dije secamente.
No lo volvi­ a ver hasta el ultimo di­a de las vacaciones. Todos nos despedimos efusivamente de los ti­os y de los primos; los abrace uno por uno, agradecida por todo lo que hicieron por mi­. Cuando me despedi­ de el, lo abrace, le di un beso en la mejilla y le dije, delante de todos: Muchas gracias por todo. Me gusto mucho. Solo sonrio y me dijo: Gracias a ti.
Nunca nadie sospecho. Solo lo supimos el y yo. Siguio viviendo en la casa por un tiempo mas, pero ya no volvio a buscarme. Nunca supe por que. ¿No le habri­a gustado? ¿No me queri­a cerca de el? ¿Temi­a que lo fuera a acusar? No sabi­a si era por el o por mi­, pero algo habi­a cambiado. Y yo tampoco lo busque, para que voy a mentir. Y asi­ dejamos de vernos por anios. A veces coincidimos en eventos importantes de la familia. Por supuesto, hemos cambiado mucho; el tiene musculos ahora, pero todavi­a conserva el pelo largo, sus pecas y unos hermosos ojos verdes que, cada vez que me miran, hacen que las piernas se me doblen.


Panterasol 54M
218 posts
11/25/2021 12:17 pm

excelente relato


Azul_Zeleste replies on 5/16/2023 5:28 pm:
¡Muchas gracias, Panterasol!

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