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Mi primera vez
Mi primera vez Todos nos acordamos del primer beso, el primer amor o el primer diÃÂa en la escuela; yo recuerdo mi primera relacion sexual, y como no es algo que pueda contar a mis nietos, prefiero recordarlo aquiÃÂ. Fue algo espontaneo y muy especial para miÃÂ. De hecho, lo describiàen estas paginas hace algunos anios y me encanta volverlo a vivir. Como dije en otro relato, siempre he sido muy alegre, pero en esa epoca nacio mi exhibicionismo: soliÃÂa pasear por la casa en minifalda; me gustaba cantar, reiÃÂr, bailar y, sobre todo, jugar con los hombres de la casa. les hable de mi primo el mayor, quien me dio mi primer beso. Sus padres lo habiÃÂan enviado con nosotros para que estudiara en un mejor colegio; en las vacaciones regresaba al campo, donde viviÃÂa su familia, y nos invitaba a ir a todos. Esos diÃÂas montabamos a caballo, nadabamos en el riÃÂo y nos la pasabamos en la pura diversion. En el campo habiÃÂa mucho espacio; en cambio, en la ciudad viviÃÂamos hacinados y por eso nos molestabamos mucho; era una lucha constante todo el tiempo, menos con mi primo, y mucho menos despues de aquel beso; ahora lo veiÃÂa diferente y trataba de que el me viera igual. Me encantaban sus ojos verdes, sus pecas, su cabello largo. Procuraba estar junto a el, pero no se me ocurriÃÂa de que platicarle y acababa riendome como una boba; cuando se me quedaba viendo, me poniÃÂa roja y mejor me iba corriendo. Intentaba hacerme mas visible ante sus ojos sin que se dieran cuenta los demas, llevandole un chocolate, platicandole de su equipo favorito o preguntandole cosas para hacer mi tarea, en fin, aprovechando que por las noches se encerraba en su cuarto para estudiar. Hasta ahiàllegaba yo para sentarme en su cama subiendo una pierna en ella, lo que me levantaba la falda, o sencillamente me acercaba cuando estaba acostado, con el pretexto de buscar algo en el ropero o de asomarme por la ventana, y poniÃÂa mis piernas a la altura de sus ojos, al alcance de sus manos, fingiendo no darme cuenta de que estaba a diez centiÃÂmetros de mi. Otras veces, cuando mis hermanos y el estaban acostados en la cama viendo comics, entraba yo sin tocar y me sentaba junto a ellos, o de plano me trepaba encima de cualquiera preguntando que estaban haciendo, hasta que me tiraban o me corriÃÂan. Cuando no lograban deshacerse de miÃÂ, se levantaban y se iban a jugar al patio, dejandome acostada hasta que me ganaba el suenio. Yo no teniÃÂa ningun proposito definido con mi primo, simplemente me gustaba estar junto a el; si acaso, arrancarle algun otro beso y ya. Me hubiese encantado ir al cine con el, andar abrazados en la calle o salir de paseo tomada de su mano, pero no podiÃÂamos ser novios porque eramos primos, punto. Lo que ocurrio no fue premeditado. Sucedio en las vacaciones de verano. Como siempre, nadamos en el riÃÂo, ordeniamos vacas, etc. Lo novedoso fue que me toco pastorear al ganado; mientras cuidaba que los borregos no se perdieran, vi un par de caballos galopando, como jugando o peleando, y de pronto uno de ellos se paro detras del otro, se levanto y puso sus patas delanteras sobre el lomo del otro. Pero lo que mas me fascino fue ver el tubo negro que colgaba debajo de el y que acabo metiendo en el otro caballo. Me quede estupefacta. Al verme, mis primos comentaron que la yegua estaba en celo, pero que eso no era nada: en los proximos diÃÂas iban a traer un toro para que montara a las vacas, áy eso siàque era un gran espectaculo! Yo seguiÃÂa en shock, sin poder procesar lo que habiÃÂa visto, y mejor me regrese a la granja. No teniÃÂamos casa en el rancho, asiàque los tiÃÂos nos hospedaban en su granja; y como no teniÃÂan cuartos de huespedes, nos repartiÃÂamos para dormir primos con primos, primas con primas. Sin embargo, mis primas eran mayores que yo y siempre estaban ocupadas con sus tareas, de modo que para no aburrirme terminaba buscando a mi primo favorito. Lamentablemente, no siempre coincidiÃÂamos: eramos mas o menos de la misma edad, pero el sabiÃÂa andar a caballo o manejar un tractor y eso le daba un aire de confianza y seguridad. A veces se ausentaba todo el dia; solo llegaba a su casa para comer y se volviÃÂa a ir. Una tarde, el tiÃÂo nos invito a ir a San Juan a ver unas vacas que queriÃÂa comprar; solo se iban a quedar mi tiÃÂa y una prima para hacer la comida. Yo no teniÃÂa ganas de ir, pero tampoco queriÃÂa quedarme sola con ellas; cuando estaba a punto de subir a la camioneta, vi a lo lejos que veniÃÂa mi primo en su caballo. Apenas lo vi, le dije a mi tiÃÂo que me doliÃÂa un poquito la panza y que mejor queriÃÂa acostarme un rato. La tiÃÂa se ofrecio a cuidarme y subiàa mi cuarto. Ahiàme quede un ratito, acostada en la cama, hasta que se fueron; cuando escuche los pasos de mi primo en el corredor, dirigiendose a su cuarto, me levante, me quite el pantalon que usaba para andar en el campo y me puse mi faldita. Procurando no hacer ruido, fui al cuarto de mi primo para ver que estaba haciendo; como siempre, entre sin tocar. Fue algo muy curioso: estaba acostado en la cama, ásobre su almohada!, viendo una revista; apenas me vio metio lo que leiÃÂa debajo de la almohada. Fingiendo ignorancia, me acoste junto a el y le pregunte que leiÃÂa. Me dijo que nada, mientras se levantaba; aproveche ese descuido para meter la mano bajo la almohada. Quiso evitarlo, pero era tarde: puse la revista en mi pecho y me acoste boca abajo para evitar que me la quitara; luego trate de levantarme, pero el me jalo hacia la cama y comenzo a forcejear conmigo, yo muerta de la risa, el todaviÃÂa serio. Despues cambio de tactica y empezo a hacerme cosquillas para que soltara el comic; yo me retorciÃÂa de la risa, pero seguiÃÂa sin soltarlo, hasta que por fin parecio darse por vencido. Se quedo acostado viendo al techo. Al verlo serio deje de reiÃÂr, despegue la revista de mi pecho y le pregunte si podiÃÂa verla con el. Suspiro y dijo que siÃÂ. Me acoste y me acerque a el, para que los dos pudieramos ver. Era uno de esos comics con chistes y dibujos de mujeres desnudas. TeniÃÂan pechos enormes, como globos. Deje de ver la revista, voltee a verlo y le pregunte: ÿte gustan asiàlas mujeres? Solo sonrio e hizo un gesto de aprobacion. Yo no estoy asiÃÂ, le dije, ÿte parezco fea? áComo crees!, respondio, áeres muy bonita! Le pellizque suavemente la mejilla y le di un beso. Seguimos leyendo cuando me acorde de algo. Oye, le dije, ayer vi a un caballo montar a una yegua. Esta en celo, contesto. Es la epoca; si quieres ver mas, maniana van a traer un toro para que monte a las vacas. ÿAunque les duela? No les duele, respondio. Les gusta. No dije nada y volviàa abrir la revista, pero poco despues volviàa la carga: oye, ÿcomo sabes que les gusta? A todas les gusta, concluyo. No dije nada y nos quedamos en silencio. Seguimos leyendo. HabÃÂa algunas fotos de mujeres desnudas y me detenia en ellas, para que las viera mejor. SentiÃÂa su aliento en mi oreja; habiÃÂa pegado su mejilla a la miÃÂa para poder leer, teniÃÂa su brazo sobre mi cintura y podiÃÂa sentir su cuerpo. Su corazon latiÃÂa muy rapido y poco a poco sentiàque pegaba su cadera a la miÃÂa. Como habiÃÂa experimentado en el sillon de la casa, diÃÂas atras, volviàa sentir su vientre duro y caliente. Entonces me dijo: ÿquieres saber que sienten las vacas? Por un momento me quede muda, sin entender, pero pudo mas mi curiosidad y sin pensar, por pura travesura, le dije: ámuuuuy bien! La casa estaba en silencio. En la cocina se escuchaba como preparaban la comida. Y arriba, en la recamara del fondo, el unico ruido que se oyo por unos instantes fue el del pasador con el que mi primo cerro la puerta de su habitacion. Cuando vi que tambien cerraba las cortinas me dio un ataque de panico; comence a respirar muy fuerte y a temblar, no se si de miedo o de friÃÂo. ÿMe habriÃÂa excedido? ÿQue me iba a hacer? Sentiàuna sensacion nueva en el estomago, como el estres antes de los examenes. Volvio a la cama y me abrazo; al darse cuenta de que estaba temblando, jalo la colcha, se acosto junto a miày cubrio nuestros cuerpos. Asiàpermanecimos unos minutos, hasta que deje de temblar y me acurruque junto a el. Tengo suenio, le dije. Duermete, respondio, y comenzo a acariciarme. Nooo, va a venir tu mama, susurre. Nunca viene, contesto. Sentiàsus manos tocar mi rostro, mis brazos, mi vientre, una y otra vez, hasta que dejo la mano descansar en mi cadera. La acaricio lentamente, sintiendo su curvatura, sin apretarla, apenas rozandola. Era imposible conservar la calma y mi respiracion se incremento notablemente. SentiÃÂa la cara muy caliente y no podiÃÂa respirar bien, pero procuraba no moverme, esperando la proxima caricia. Por mi inmovilidad parecia que me habia quedado dormida, pero mi respiracion agitada decia lo contrario. Por eso lo sentia titubeante, aunque sin dejar de acariciarme. Bajaba la mano para tocar mis piernas y volviÃÂa a subirlas hasta la cadera. Poco a poco sentiàsus caricias mas intensas, mas atrevidas; sus manos estrujaban abiertamente mi carne, pero aunque poco a poco comenzo a tocar partes que nadie me habiÃÂa tocado jamas, permaneciàcon los ojos cerrados. Eso siÃÂ: cuando me beso en la boca, le correspondiàcon fuerza, con pasion, tratando de comportarme como lo hariÃÂa una novia. Cuando estuvo seguro de que no iba a irme ni a gritar, me acaricio el cabello, me dio un beso en la mejilla y, acto seguido, me quito la falda y me bajo los calzoncitos a media pierna. Sentiàlas mejillas muy calientes y de inmediato me vino a la mente la imagen del caballo montando a la yegua. Se dio cuenta de mi nerviosismo y me abrazo para calmarme. Logro tranquilizarme, pero cuando volviàa sentir su mano directamente en mis nalgas se me seco la boca. RecorriÃÂa mis nalgas una y otra vez con la mano; a veces bajaba su cara y me tocaba con sus mejillas y luego con sus labios. Me dio muchos besos, y poco a poco me sentiàmas comoda con su contacto, hasta que mi respiracion se normalizo. Cuando estaba mas tranquila se levanto de la cama por unos instantes, y antes de que abriera los ojos para ver que estaba haciendo se volvio a acostar junto a miÃÂ, pero esta vez senti algo totalmente distinto. Estaba sobre mi costado izquierdo, con los calzoncitos a media pierna, y entonces sentiàque me tocaba algo muy caliente, muy duro; cuando advertiàque era volvioÃÂa faltarme la respiracion. Pero no me dio ningun otro abrazo: con su cuerpo me puso totalmente boca abajo, se coloco encima de miày me planto en medio de las nalgas un trozo de carne que entonces sentiàenorme. Me lo paseo por el espacio que hay entre mis nalgas, empujandolo, presentandomelo, pero sin tratar de meterlo; pegaba sus caderas a las miÃÂas y las empujaba hacia adelante, no se si jugando o intentando meterlo, pero cada intento me secaba cada vez mas la boca y poco a poco empece a experimentar un hueco en el estomago, unas ganas inmensas de ir al banio, en fin, sensaciones diversas que no sabiÃÂa exactamente como interpretar. Senti que me ahogaba, tanto que tuvo que acercarse a miÃÂ, pegando su mejilla a la miÃÂa para darme besos. Entonces me volvio a morder la oreja y me pregunto: ÿquieres? Yo queria levantarme e irme a mi cama, pero cuando abri la boca solo salio una palabra, como un susurro: si. Confiado, se volvio a acostar encima de miÃÂ, sofocandome con su peso; aunque de inmediato se volvio a levantar, se sento a horcajadas sobre mi cadera, otra vez recorriendo las comisuras de mis nalgas con su pene. En cierto momento me abrio ligeramente las piernas y trato de colocar su miembro entre mis nalgas viÃÂrgenes. Empujo con suavidad, pero su pene resbalo; lo intento de nuevo y otra vez fallo. No pudo entrar ni una tercera ni una cuarta vez, pues el pene resbalaba; me sentiàun poco aliviada y hasta empece a animarlo (mentalmente). Llegue a pensar que no iba a pasar nada relevante y eso me sirvio para relajarme; por eso no le di tanta importancia cuando se unto saliva en su miembro, de lo que me di cuenta cuando empece a sentirlo humedo; ni tampoco cuando coloco la punta en la entrada de mi culito, moviendola alrededor de ella, como acariciandola con su cabecita. Cuando vio que este masaje abriÃÂa un poquito la entrada (o asiàlo estaba yo sintiendo), lo empujo de un solo golpe. Tuve que enterrar mi cara en la almohada para sofocar mi grito. Pero no fue de dolor; mas bien fue de asombro, de sorpresa, quiza de excitacion. Entonces no sabiÃÂa nada de orgasmos, lo que sentiàde inmediato fue que el pepino que me metio habiÃÂa llegado hasta mis heces, pues sentiàganas de defecar, de ir al banio, creia que se habiÃÂa abierto el esfiÃÂnter y que saldriÃÂa todo lo almacenado. Quise levantarme, pero no pude, pues me teniÃÂa como remachada, como atornillada a la cama. Por un instante parecia que me lo iba a sacar, y entonces lo sentiàde verdad: algo distinto a miàestaba saliendo de miÃÂ, se habiÃÂa abierto paso haciendo a un lado lo que se encontraba de frente, y cuando se retiraba senti que dejaba un hueco tras de siÃÂ; cuando lo volvio a meter sentiàque llenaba ese hueco, pero ahora sentiÃÂa tambien que me ganaban las ganas de hacer pipiày trate de apretar las piernas, pero de cualquier modo sentiÃÂa humedad corriendo por mis muslos, o al menos eso pensaba. Pero nunca fue dolor, era una sensacion totalmente nueva que sigo sin poder describir; entonces comprendi lo que sentiÃÂan las perras en la calle, la yegua aquella o las vacas ante el toro. Ahora conocÃÂa mejor mi cuerpo y sus alcances, asimilando las nuevas sensaciones, sintiendo como la sacaba y la volviÃÂa a meter. Comence entonces a saborear una verga por primera vez en mi vida, entrando y saliendo de mi cuerpo. Hubiera querido entonces ampliar mi interior para absorberla por completo, pero era inutil: mas adentro no la podiÃÂa meter. Despues nos quedamos inmoviles, yo acostada boca abajo en la cama, el encima de miÃÂ. No se habiÃÂa movido mas que dos o tres veces. No se si no sabiÃÂa que teniÃÂa que moverse o simplemente si habiÃÂa eyaculado muy pronto; la cuestion es que durante un par de minutos ni el ni yo nos movimos y nos quedamos pegados, siendo una sola persona, hasta que por fin se levanto y saco su miembro de un jalon. Senti entonces el hueco que quedaba vaciÃÂo, el reacomodo de mis tripas, y temiàque se me saliera algo por allaÃÂ, por lo que cerre con fuerza las piernas. Al mismo tiempo sentiàque mi calzoncito subiÃÂa por mis piernas, pero para ponermelo hasta arriba necesitaba que me levantara un poquito. Como permaneciàinmovil, lo dejo hasta ahiÃÂ, me dio un beso en la mejilla, me tapo con la cobija y salio de su cuarto. En cuanto escuche sus pasos en el pasillo, me levante lo mas rapido que pude, me puse bien mis calzoncitos, me coloque mi falda, me asome para ver si habiÃÂa alguien cerca y, cuando vi que todo seguiÃÂa silencioso, me eche a correr al banio. Me quede ahiÃÂcomo media hora, pensando en lo que habiÃÂa sucedido, reflexionando si me habiÃÂa gustado o no, si era lo que habiÃÂa intuido o si habiÃÂa quedado embarazada, hasta que escuche la voz de mi tia avisandome que ya podiÃÂa bajar a cenar. Solo cenamos mi tiÃÂa y yo. El se habiÃÂa ido. Mejor para miÃÂ, porque no habriÃÂa podido mirarlo a la cara. Cuando regresaron todos me preguntaron como me sentiÃÂa. Y les dije la verdad: un poquito descompuesta. Sin embargo, al diÃÂa siguiente me sentiàmejor. No teniÃÂa dolor ni molestia alguna. Pero el no se acordo de miÃÂ, lo que me dejo un tanto decepcionada. No volviàa verlo hasta la noche, cuando llego a cenar. Yo estaba viendo la tele cuando se me acerco y me pregunto como estaba. Sentiàque me poniÃÂa un poquito roja, pero cualquiera que se hubiera dado cuenta habriÃÂa pensado que eran secuelas de la fiebre que nunca tuve. Bien, gracias, le dije secamente. No lo volviàa ver hasta el ultimo diÃÂa de las vacaciones. Todos nos despedimos efusivamente de los tiÃÂos y de los primos; los abrace uno por uno, agradecida por todo lo que hicieron por miÃÂ. Cuando me despediàde el, lo abrace, le di un beso en la mejilla y le dije, delante de todos: Muchas gracias por todo. Me gusto mucho. Solo sonrio y me dijo: Gracias a ti. Nunca nadie sospecho. Solo lo supimos el y yo. Siguio viviendo en la casa por un tiempo mas, pero ya no volvio a buscarme. Nunca supe por que. ÿNo le habriÃÂa gustado? ÿNo me queriÃÂa cerca de el? ÿTemiÃÂa que lo fuera a acusar? No sabiÃÂa si era por el o por miÃÂ, pero algo habiÃÂa cambiado. Y yo tampoco lo busque, para que voy a mentir. Y asiàdejamos de vernos por anios. A veces coincidimos en eventos importantes de la familia. Por supuesto, hemos cambiado mucho; el tiene musculos ahora, pero todaviÃÂa conserva el pelo largo, sus pecas y unos hermosos ojos verdes que, cada vez que me miran, hacen que las piernas se me doblen. |
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excelente relato
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